Una falda llena de colores y brillos, la cual casi arrastraba por el piso del salón, era la prenda más característica de esta mujer con alma de sofista y argumento socrático.
Liza Grixolli fue la mejor y más extraña profesora de filosofía que ha contratado el Colegio Santa Clara.
Su cabello, con un especial tono café con leche, era largo y liso. Generalmente lo ordenaba sólo gracias a un pañuelo multicolor ¡bien hippie!
Cuando llegaba a la sala era fácil reconocerla. Su voz se escuchaba desde lejos, siempre entraba riendo o gritando cualquier cosa que se le ocurría. Ese perfil entre sicótico y esquizofrénico cautivaba a las alumnas, especialmente a mí.
En una oportunidad, para graficarnos que no podría hablar mucho, entró al salón mostrando a todo el curso la muela del juicio que le habían sacado el día anterior.
Luego de cada cátedra, soñaba que nadie la abordara para poder acercarme y escuchar algunos capítulos de su vida. Todo en ella era de película.
Estudió filosofía en la Universidad de Playa Ancha. Actualemnte hace clases en la USACH. Me contaba de las discusiones teóricas y filosóficas que tenía con sus amigos. Algunos sofistas como ella y otros estoicos.
El día más memorable, jamás será olvidado.
Esperábamos que la profe llegara pronto, ya que la clase anterior, había pedido que nos transformáramos en lo contrario de nosotras mismas, por ejemplo si una era perna esta vez debería ser la más popular de la clase. Todas estábamos listas, con disfraz y todo. Obviamente yo era la perna y me senté en el primer puesto.
Recuerdo que el timbre nos avisó que el recreo había terminado, la alegría era única. Ningun ramo suscitaba tanto interés.
Todas estábamos expectantes. Nadie se imaginaba cuál sería su metamorfosis.
Pasaban los minutos y Lissa no llegaba. Sorpresivamente entró en nuestro salón una mujer de rasgos duros, con el seño fruncido y una vestimenta tipo profesora de reformatorio.
Estábamos pasmadas. La mutación era absoluta, ni siquiera su cabello era el mismo, estaba toda peinada con gomina y llevaba un horrible moño tipo tomate del siglo XIX.
-¡Buenos días alumnas!- nos saludo con un tono grave y agresivo. Inmediatamente nos pusimos de pie.
-¡Bue-nos dí-as pro-fe-so-ra!- gritamos.
Toda la clase fue en ese tono, pero nadie se atrevió a desenmascararla, su caracterización fue merecedora de un Oscar.
Estoy segura que ninguna de nosotras olvidará aquella freak experiencia.
Liza Grixolli, es una leyenda en aquel colegio y mi ídola for ever.
Hoy encontré su nombre en la lista de ganadores de un concurso del supermercado Lider y decidí recordarla.