No recuerdo bien en qué momento comenzó todo. Mi obsesión por tener las manos limpias creo que partió a mediados del 2009. Gracias a la AH1N1 descubrí el alcohol gel para manos que no necesita enjuague. Recuerdo que corría mayo del 2009 y la locura por la fiebre porcina me hizo correr a la farmacia a comprar el famoso gel. En todos lados aseguraban que este producto era la solución a todos los miedos de la sociedad moderna.
Y en realidad, apenas comencé a utilizarlo extrañamente me comencé a sentir más segura. Los gérmenes desaparecieron de mis manos y sin darme cuenta me hice adicta al gel. Cada vez me siento más dependiente de él. Si me subo al metro y tengo que afirmarme de un fierro verifico antes si porto mi pote de gel, si la respuesta es negativa no toco nada hasta llegar a la oficina o la casa donde tengo la posibilidad de lavarme las manos.
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